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ENTREVISTA A LA DECANA DE LA FACULTAD DE PERIODISMO, FLORENCIA SAINTOUT

  • Rodriguez Olivera Matas
  • 10 jul 2015
  • 3 Min. de lectura

1) ¿Qué opinas sobre la educación pública en Argentina?


Estos últimos doce años han significado una gran transformación del proyecto educativo nacional, poniendo énfasis en la gratuidad y universalidad de la

educación y en la obligatoriedad de la enseñanza secundaria, trabajando fuertemente en la inclusión de aquellos que habían sido expulsados de la escuela y de la universidad, aquellos que ya no la entendían como plataforma de equidad y progreso. Pero también se han dado numerosos debates en torno los contenidos, los modelos pedagógicos y los procesos de enseñanza-aprendizaje.


Esta transformación no se hizo solamente a través de políticas materiales (las 15 nuevas universidades nacionales, la sextuplicación del presupuesto educativo, la inversión en infraestructura), sino que también se logró mediante propuestas de gran potencialidad simbólica y cultural. Pensemos, por ejemplo, que se han entregado 5 millones de computadoras bajo el nombre “Conectar Igualdad”; que se ha llamado a los científicos a volver a su patria; que el Fin. Es ha permitido que estudien aquellos que no pudieron hacerlo porque algunos pensaron que la educación era un privilegio y no un derecho.





2) ¿Qué posibles soluciones brindarías para una mejora en la calidad educacional?


En principio deberíamos pensar en qué consiste la calidad educativa. Hay muchos rankings y pruebas internacionales que se usan para decir que los países de nuestra región no tienen calidad, pero hay que ver qué es lo que miden. Nosotros siempre hemos dicho que ir a la escuela con los genocidas presos es parte de la calidad educativa, pero eso no lo miden esas pruebas.


Entonces, si pensamos que una educación de calidad es aquella que puede formar sujetos para la emancipación y la democracia, por ejemplo, pensaremos que todos y todas deben poder acceder a cursar los estudios que le correspondan y desee en condiciones de igualdad. Ahora, eso se fue construyendo en estos años, con las políticas que mencionábamos recién, que por otro lado es señalado como el bastión del atraso en materia de calidad educativa.


Si queremos que nuestras instituciones formen sujetos críticos y comprometidos, tenemos que apostar a vincular esas enseñanzas con los intereses de la nación, reconociendo y valorando también los aprendizajes que históricamente quedaron por fuera de las universidades y los colegios.


Seremos el país con más calidad educativa del mundo, si quisiéramos tomar esa imagen de los rankings, no cuando seamos mejores que todos los demás países, sino en la medida en que podamos ser un pueblo solidario y equitativo, que conoce, defiende y pelea por sus derechos ¿De qué nos sirve, por ejemplo, poder decir que los médicos que egresan de la Universidad son de élite?


Contra ese tipo de idea sobre la calidad educativa para pocos es que avanzó la reciente reforma de la Ley de Educación Superior N° 24.521, con la cual se impide que haya ingresos restrictivos a las universidades o que si imponga cualquier tipo de tarifa o arancel en las universidades nacionales, es decir, la educación deja de enunciarse como un servicio para constituir un bien público y un derecho.


Para que la inclusión sea efectiva es necesario que cada unidad académica piense las trayectorias estudiantiles de manera integral, es decir, que diseñe políticas específicas para el ingreso, la permanencia y el egreso.


3) ¿Cómo ves la relación actual entre Estado-Educación?


El proyecto educativo siempre ha estado íntimamente enlazado con cómo se ha pensado el rol del Estado en la construcción de órdenes sociales. Así, hemos pasado de tener un modelo de Estado débil y ausente en los ‘90, que propuso un sistema educativo elitista y tecnocrático basado en castigos y recompensas al mérito y al esfuerzo individual; hacia un Estado fuerte que se hace responsable de intervenir en la vida cotidiana para garantizar el efectivo cumplimiento de los derechos, entre los que se incluye la educación como un derecho humano inalienable.


La discusión sobre la potencialidad de ampliar los horizontes simbólicos de las mayorías a través de un proyecto educativo no es menor, puesto que lo que subyace es la pregunta de cómo construir la felicidad del pueblo. Esta idea simple y profunda conecta el proyecto educativo con la posibilidad de construir saberes emancipadores, democracias verdaderamente igualitarias y órdenes sociales más justos.


Necesariamente, la totalidad del sistema educativo se transforma cuando ingresa aquello que antes había sido excluido. Un Estado inclusivo debe llevar a las aulas lo que había quedado afuera: las diversas identidades que habían sido negadas a través de una pedagogía de la vergüenza de lo que somos o podemos ser; los conocimientos que fueron silenciados, banalizados o folklorizados; la participación política o cualquier expresión de compromiso que se había considerado contradictoria con la racionalidad crítica; los contenidos que resignifican nuestro pasado para imaginar y reinventar nuestros futuros, entre otros. Hoy tenemos en América Latina Estados que recuperan las lenguas y los saberes de sus pueblos, que interpelan a los sujetos a soñar y a hacer la historia.


 
 
 

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© 2023 por Matias Rodriguez Olivera, Facultad de Periodismo.

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